Una de las cosas que más disfrutaba durante mis días de “profa” en Lima era compartir con mis alumnos series y pelis que estuviesen, de alguna forma, vinculadas a las temáticas que veíamos en clase. Este compartir audiovisual no solo daba lugar a que aplicasen la parte teórica a la ficción, sino también a que comenzasen a disfrutar otro tipo de narrativas y a generar debates de lo más interesantes. Pero, sin duda, lo más emocionante era cuando la recomendación venía de la otra parte. Ahí era cuando el orgullo de “profa” salía a flote.
Así, Succession se habría llevado el premio a ser LA serie del curso académico 2020. Descubierta durante el confinamiento y sin grandes expectativas (me la recomendó un amigo del que no me fío en cuanto a recomendaciones audiovisuales se refiere) me enganchó desde su cabecera, tremenda banda sonora, hasta el ultimísimo crédito del último episodio de la segunda temporada.
Succession tiene todo componente que una profesional de la comunicación desearía analizar. Una familia multimillonaria dueña de un conglomerado de medios de comunicación. Con el correspondiente poder que esto les otorga. Desde el primer episodio te unes, inevitablemente, a la familia Roy y te ves creando mensajes clave y estrategias de comunicación: qué decir, cómo decirlo y cuándo decirlo, con el fin de salvar la reputación y las acciones de Waystar Royco.
No solo la gestión de la comunicación externa es clave en esta obra maestra en formato serie, también sale a relucir la diferencia generacional (millennials vs. babyboomers) y cómo ésta afecta a la cultura corporativa. Y por supuesto, algo que no podía faltar en el S XXI, el liderazgo femenino y la comunicación asertiva, o la ausencia de esta.
Todo esto donde la sátira es la reina del diálogo. Personajes a los que amarás y odiarás a partes iguales y que te llevarán a reflexionar si la realidad supera a la ficción.
Ojalá tener como tarea la tercera temporada de Succession este 2020.
Foto: La Vanguardia
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