Aviso al lector, este artículo no tiene coherencia alguna.
Llevo semanas queriendo escribir sobre un tema. El silencio. Y no lo he hecho porque precisamente mi mente quería estar en silencio.
Hace unos meses vi el documental El silencio de Otros. Y quise escribir sobre ello, sobre las reflexiones que tuve en ese momento, sobre las emociones que se apoderaron de mí al ver el documental, pero lo dejé pasar y tan solo lo dejé ahí, en algún lugar de mi mente.
Me pregunto porqué no lo hice. Y creo que es porque me parece un tema tan importante que requiere de una investigación más profunda de la que quizá pueda abarcar un artículo de este tipo. Así que hoy lo tomo como introducción.
Esta película documental “revela la lucha silenciada de las víctimas del largo régimen de Francisco Franco, que continúan buscando justicia hasta nuestros días”.
Atención Spoiler. El documental inicia explicando qué es el Pacto del Olvido, en otras palabras, La Ley de Amnistía del año 1977 firmada por la mayoría del Congreso. Los partidos políticos que obtuvieron representación política en las elecciones de ese año consideraron que para seguir adelante se debía olvidar todo lo que había pasado en los últimos 40 años en España. Concediendo, así, el perdón y la impunidad. Cerrando, así, heridas sin cicatrizar. Aprendiendo, así, a olvidar.
Tras esos primeros minutos de documental me siento inculta. Desconocía dicho Pacto del Olvido, investigo un poco al respecto. En el cole nunca llegamos a esta parte de la historia de España. Al parecer era mucho más importante destacar los miles de reyes y caos monárquicos que se han dado en España desde la Edad Media, que conocer y entender la historia reciente. Más tarde entiendo que esa decisión educativa también forma parte, de una forma u otra, del Pacto del Olvido.
Pero, más allá de esta estrategia política, para mí hay un trasfondo social importante. Y aquí me cuestiono, qué fue primero el huevo o la gallina. El Pacto del Olvido nos invitó a olvidar o ya veníamos así de serie y esta decisión política no es más que un reflejo de nuestra sociedad. Sea como fuere, hemos aprendido a no hablar, o más bien a hablar mucho y a decir poco. A (tratar de) olvidar sin curar heridas y a mirar a otro lado.
Y es que ¿a quién no le han dicho de pequeña “de eso es mejor no hablar”?
Yo tengo en mi memoria varias escenas de mi niñez con esa frase. No solo que me decían mis padres a mí y a mi hermano. Si no también las madres de mis amigas a mis amigas. Y así, aprendimos a no hablar de cosas importantes.
O, tú querido/a lector/a ¿cuántas conversaciones reales mantienes al cabo del día?
Semanas después, y todavía con la resaca del documental “El silencio de Otros”, doy con un podcast (fan de los podcast desde tiempos del confinamiento #1) “De eso no se habla”
“es un podcast de no ficción narrativa, a medio camino entre la crónica, el ensayo y el documental, que trata de unir los puntos entre los silencios personales y los silencios colectivos.”
Son 40 minutos de una experiencia auditiva que te hace perder la noción del tiempo. Que te hace migrar de una emoción a otra. Que miras en la barrita los minutos restantes porque no quieres que se acabe.
Historias reales, contadas por personas reales. Y de cómo, una vez más, aprendimos a no hablar de las cosas importantes. A no debatir, a no dialogar, a rellenar los silencios incómodos con información no importante. Con información de otros, pero nunca de nosotros.
Pero…¿el silencio es malo?
A mis casi 36 años, entiendo que no. Siempre y cuando no sea un silencio impuesto.
Vivimos en una sociedad hiperconectada, con multitud de estímulos externos las 24 horas del día. Y no entendemos la importancia de los silencios hasta que los vivimos.
Y es que hay silencios y silencios. Hay silencios que dicen mucho más que mil palabras. Hay silencios que nos dejan sin aliento. Hay silencios que hieren. Hay silencios que curan.
Y hay silencios que comunican, para bien o para mal.
Y es que el silencio (elegido) es necesario para detectar qué silencios son los que necesitamos y de cuáles nos tenemos que desprender o no aceptar.
Foto: algún lugar de internet.
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