El Marco Común Europeo de Referencia es un modelo europeo que ayuda a establecer una serie de normas comunes para el aprendizaje de las lenguas oficiales europeas. Donde se incluye el español.
En el Capítulo 5 de dicho prototipo se exponen las competencias que deben desarrollar los alumnos de este Marco. Se hace especial hincapié a la competencia comunicativa, la cual se da gracias al desarrollo de otras competencias y capacidades que el propio usuario va desarrollando a lo largo de su vida, así como las situaciones que se ofrecen para fomentar el aprendizaje de un segundo idioma o idioma extranjero.
En este sentido, se diferencian dos tipos de competencias que ayudarán a que el estudiante alcance la competencia comunicativa. Por un lado, las competencias generales menos relacionadas con la lengua y por otro, las competencias lingüísticas propiamente dichas.
Las competencias generales están relacionadas con aquellas habilidades o destrezas que desarrolla el alumno a lo largo de su vida, tienen que ver con su propia cultura, con su conocimiento previo del mundo e incluso con su propia personalidad.
Con esta introducción y viniendo ambas de países hispanohablantes podríamos decir que nuestra competencia comunicativa del español está más que resuelta en todos los países cuyo idioma oficial es el español. ¿Y si decimos que no es así?
Es evidente que nuestro dominio del español es nativo, pero hay una serie de competencias que están más relacionadas con nuestra experiencia previa, con nuestro contexto sociocultural y con los códigos que se manejan en cada país -e incluso de lo que aprendemos gracias a nuestro entorno.
Ambas tenemos situaciones anecdóticas en las que nos hemos visto metiendo la pata o sintiendo que estamos aprendiendo un idioma nuevo en Perú, España, Uruguay o cualquier país hispanohablante.
Escribe Ali:
Podría empezar a escribir anécdotas y no acabar nunca. Así que me centraré en algunos aprendizajes y metidas de pata.
Tardé al menos un año en entender cuando me querían decir “no”. Otro tanto en traducir “hago todo lo posible” y entender que nunca sucedería.
Precisamente hablando del código como elemento de comunicación, les pregunté a mis alumnos en plena clase si les gustaba el senderismo. Es quizá la mayor metida de pata de la historia en Perú (#drama). A pesar de conocer la historia de Sendero Luminoso, esta situación puso de manifiesto la falta, por mi parte, de un proceso de aprendizaje de códigos culturales.
Las llegué a incorporar a tal nivel que a día de hoy sigo usando muchas de ellas.
Y es que la palta siempre seguirá siendo palta.
Escribe Vane:
Nativa de Lima y sus jergas, habiendo vivido en España y ahora en Uruguay, tengo una mezcla de palabras en mi cabeza que uso de forma cotidiana y que también me han llevado a anécdotas muy graciosas -algunas que se pueden contar, otras que no.
Lo que rescato de esto es que puedo usar palabras muy “de la madre patria” que son entendidas por un receptor español y que, además, son difíciles de explicar en otro contexto (¡Eso es muy choni! o ¡Qué sitio más cutre! - que Alicia entiende bien). Por otro lado, uso muchos “peruanismos”, que, si no viviste en Perú o no eres peruano, son difíciles de descifrar. Lo que sucede es que usamos la misma palabra y su significado varía dependiendo el contexto. Un ejemplo claro es el “ya”, que lo tengo muy incorporado:
Opción 1
¿Ya te vas?
Ya (= sí)
Opción 2
¿Ya? (= apúrate)
¡Ya voy!
Opción 3
Oye, tu me dijiste que...
¡¡¡¡Yaaaaaaa!!!! (= basta)
Opción 4
¿Y si vamos a Brasil? ¿ya? ¿ya? (= dí que sí)
Opción 5
Y me pidió mi teléfono…
Ya… (= continúa)
Opción 6
Eso fue lo que me pasó
Ya ( = te entiendo)
Opción 7
¿Yaaaaa? (= ¿listo?)
Sí, podemos irnos
Opción 8
Y eso fue lo que me pasó
Ya… ( = no te creo nada)
Opción 9
¿Qué te parece mi vestido?
Ya no ya ( = no se puede estar mejor)
De todas formas, intento hablar en “neutro” para hacerme entender y, ahora que estoy en el Uruguay, presto más atención porque existen muchísimas palabras nuevas que me toca aprender. Hasta ahora no logro entender la diferencia, entre campera, buzo y remera.
Foto: La Dekonstrucción
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