Que levante la mano quien en estos últimos seis meses, de pandemia, no ha tenido nostalgia por su vida pasada. Que no haya recordado los conciertos masivos, los festivales de cine, las salidas al teatro, las reuniones y fiestas con más de diez amigas y amigos, las citas de Tinder / Grinder, los viajes fuera y dentro de las fronteras nacionales, los abrazos sin miedo.
Que levante la mano quien no se imagine un mundo sin mascarillas, un mundo sin gel hidroalcohólico y sin distancia de seguridad. Que no se imagine una normalidad pasada. Y es que ¿cualquier “normalidad” pasada fue mejor?
En las últimas semanas, en nuestras conversaciones de #DiferenciaHoraria, nos hemos teletransportado en repetidas ocasiones a la vida que teníamos en común en Lima. Resultado de la situación actual, resultado de que eso es el vínculo que nos une o simplemente resultado de buscar y sentir aquellas emociones en un momento en el que todo era felicidad.
Pero…¿realmente era todo felicidad?
El cerebro, con el fin de tener espacio suficiente en su memoria a corto plazo, desecha todos los recuerdos negativos, y no traumáticos, que hayamos tenido en el pasado, conservando en su mayoría recuerdos bonitos de las épocas vividas. Lo que supone que idealicemos el pasado, las relaciones, los trabajos, las ciudades y un sinfín de situaciones vividas dándole valor a la conocida frase “todo tiempo vivido fue mejor”.
Es entonces cuando surge la nostalgia. A pesar de que la definición que le da la RAE sea negativa, la nostalgia es una emoción mayoritariamente positiva que permite volver a experimentar la felicidad que sentimos en un momento en concreto de nuestra vida; aumentar el optimismo, pues nos ayuda a visualizar el largo recorrido realizado; a ser más creativos y a ser más sociales, pues empatizamos con personas con las que tenemos experiencias comunes en ese tiempo pasado.
La nostalgia es una emoción universal, común a diferentes sociedades y culturas. La diferencia es cómo interpretamos esa nostalgia. Si la usamos de una forma positiva tendremos un aprendizaje del pasado que nos permitirá vivir el presente y mirar hacia el futuro con esas herramientas.
Sin embargo, si nos quedamos enquistados en el recuerdo de ese tiempo pasado, damos lugar a la melancolía y por tanto a una falta de disfrute y aprendizaje del presente.
En #DiferenciaHoraria recordaremos el 2020 como el año que cambió nuestras vidas, pero no solo nuestras (Ali y Vane) vidas, también la tuya y la de todas y todos. Nos preguntamos si en el futuro tendremos nostalgia por el 2020. Si es así será que a pesar de la crisis, a pesar de la pandemia, no concentramos todo nuestro esfuerzo en rememorar constantemente una normalidad pasada que ya no será. Hicimos lo posible por aprender en el presente acerca del presente y así tener más herramientas en el futuro. Entonces no lo habremos hecho tan mal.
Foto de un emblemático fin de semana que tuvimos en San Bartolo, Perú.
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