Mi vecino/a es antimadridista. No lo digo yo. Lo dice la bufanda que cuelga desde ayer en su balcón. No sé quién es. Solo sé que es antimadridista y quiere que la gente lo sepa.
Al parecer, para mi vecino/a no es suficiente “ser” de un equipo de fútbol. Entiendo que, por el color de la bufanda, en este caso del Barça. Si no que también quiere dejar claro a los vecinos y vecinas del #barri que es antimadridista.
Yo me pregunto, ¿en la antigua normalidad iría a ver los partidos con esa bufanda aunque el Real Madrid no jugase ese día? ¿o simplemente disfrutaría del deporte y de cómo su equipo ganaba (o no)?
¿Qué es lo que hace a una persona, que supuestamente le gusta el deporte, rechazar de manera contundente a la afición de otro equipo? ¿Habrá pasado algo en su vida privada para que ese odio sea tan fuerte?
Y es que el ser humano tiene esa necesidad de pertenencia a un grupo. Y claro, pertenecer a un grupo, implica directamente no pertenecer a otro. Y eso lo tienes que dejar en claro. No vaya a ser que te pongan una etiqueta que tú no buscabas.
Pertenecer a un grupo implica, en muchas ocasiones, un sentimiento de superioridad frente al otro, a lo extraño, a lo desconocido. Implica una falta de escucha, de empatía y de entendimiento. Muchas veces ocasionado por el miedo a que uno mismo esté equivocado en sus creencias y valores aprendidos a lo largo de la existencia y pertenencia a ese grupo.
Y, como dirían los comunicadores (guiño-guiño), “si no comunicas no existe”, así que este sentimiento de orgullo de pertenencia hay que comunicarlo, gritarlo a los cuatro vientos y que se reconozca. Y esto se hace de muchas maneras: banderas, bufandas, chapitas, pines...y ahora, gracias a la nueva normalidad, también en formato mascarilla.
Las mascarillas nos ayudan a cuidarnos los unos a los otros. En el sentido más estricto de los cuidados. Pero también a protegernos de los otros. En el sentido más estricto de separación.
Las mascarillas ayudan a reconocer a los nacionalistas de un lado y de otro. Por si no fuese poco lo acontecido hasta el momento.
Y es que parece que es una buena idea que ahora se reconozcan los "de un bando" y los del "otro" sin necesidad de mediar palabra. Y así mantenerse lejos, protegidos, no vaya a ser que se escuchen, dialoguen y acaben entendiendo la postura del otro. ¡Qué desfachatez!
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