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LGTBQ in da house

  • Foto del escritor: diferenciahorariagmt
    diferenciahorariagmt
  • 16 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

El 28 de junio es el Día Internacional del Orgullo LGTBQ y yo me he querido adelantar a la celebración escribiendo sobre cómo hemos vivido el movimiento dentro de casa.


Mi tío es mi padrino, mi estilista personal desde 1984, el pagador de plataformas audiovisuales para toda la familia y reciente proveedor del árbol de la palta / aguacate, y además, es gay. Algo que no sería necesario remarcar sino fuese porque de eso mismo trata este artículo.


Tiene 52 años, aunque aparenta 10 menos, vive su sexualidad libremente y forma parte del núcleo familiar fuenlabreño.


Pero hoy no voy a hablar de él, sino de cómo su orientación sexual estuvo siempre normalizada dentro de la familia y cómo nunca fue cuestionada. Él me ha ayudado a reconstruir todo esto que a mí me tiene fascinada, pues cuando analizo otros procesos del mismo tipo el resultado es completamente distinto. Quizá esta historia ayude.


Supongo que el hecho de que en la familia no nos no cuestionemos la sexualidad de mi tío, y del resto del mundo, es gracias a mis abuelos. Y esto es todo un orgullo.


Mi abuelo viene de una familia de 12 hermanos. En el año 1936, con siete años y en pleno inicio de la Guerra Civil, mi abuelo se quedó huérfano de madre. Mi bisabuela murió al dar a luz a sus dos últimos hijos - mellizos, a los cuales los llevaron a un orfanato. Cuando alguien de la familia fue a recogerlos ya no estaban, nadie supo de ellos.


En esa época, mi abuelo era pastor, se dedicaba a pastorear a las ovejas de algún ganadero por unos cuantos reales y aprendió a leer de manera autodidacta con un cuadernillo, bajo las encinas tan típicas de los paisajes extremeños. Nunca estuvo escolarizado. Pasó su vida trabajando en el campo y se sacó el graduado escolar a sus treintaitantos con la maestra de la finca en la que acabó siendo encargado. Misma maestra de mi tío.


La historia de mi abuela no es muy diferente. Nunca aprendió a leer ni a escribir. Estuvo sin ver a su padre y a su hermano durante los tres años que duró la Guerra Civil. Mi bisabuelo se había “ido pa arriba” (a esconderse al monte) y se llevó a su hijo mayor. Alguien del pueblo le dijo a mi bisabuela que los había visto muertos detrás de una colina. Los dieron por muertos. Cuando todo terminó, aparecieron, vivos.


Vivían en una choza y guardaban los regalos de Reyes en una cazuela que colgaba encima de la lumbre. Conoció a mi abuelo en esa finca en la que se quedaron por años trabajando. Y crió a 5 hijos y 4 nietos.


Mis abuelos no tuvieron ni las herramientas ni los recursos que tenemos hoy en día para entender esta situación. Vivían en la España rural, en unos años muy duros, con mucha desigualdad y poca libertad (hasta 1990 la homosexualidad estaba catalogada como enfermedad mental por parte de la OMS).


La película “Los santos inocentes” de Mario Camus refleja muy bien esa España (la recomiendo). Con todo este contexto, mi tío tenía todas las papeletas para que no fuese aceptado por su familia, o al menos por mis abuelos.


Pero no fue así. Mi tío nunca ha “confesado” que es gay, considera que no es necesario decirlo, aunque sí respeta que el resto de personas, que lo son, lo haga. Cada uno tiene su proceso y cualquiera es válido. Tampoco se esconde y ha llevado a todas las parejas que ha tenido a casa de mis abuelos. Quienes los han recibido como a uno más de la familia. Han estado en bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños, Navidades y funerales. Y se han sentido afortunados, porque en la mayoría de los casos, ellos seguían “en el armario” para sus familias. Lo que también significaba la invisibilidad de mi tío para con las familias de sus parejas.


En casa de mis abuelos nunca se ha hablado de esto (la vieja escuela), pero, como siempre, los actos cuentan más.


Las Navidades siguen siendo como las del resto de familias, “cuñaismos”, discusiones de política (lo que nos espera con el Covid19), de feminismo...etc. Pero al menos sabemos que podemos amar y acostarnos con quien queramos. Y que eso no cambiará nada.


Gracias a mis abuelos por asentar esas bases.

Foto: andiar.com


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