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La vida es una obra de teatro

Una de mis cosas favoritas del mundo mundial es ir al teatro. En cuanto me siento en la butaca desconecto del mundo exterior. Y paso a conectarme de manera inmediata con la historia, los sonidos, los pasos encima del escenario, los personajes, las luces estratégicamente colocadas, la música y la escasez de decoración (en la mayoría de los casos).


Son 15, 40, 60 minutos, o lo que dure la obra, en los que disfruto con todos los sentidos que ésta me permita.


El sábado, y después de varios meses, conseguí volver a tener esa sensación. En Barcelona se están llevando a cabo festivales en espacios públicos y abiertos. La idea es retomar los espacios públicos y espacios poco convencionales para la representación de obras de teatro, democratizar el acceso a las mismas y obviamente, al estar en espacios abiertos, estar menos expuestos al Covid19.


En esta ruta teatral que me marqué el sábado, todas y cada una de las obras a las que asistí me dejaron una reflexión. Es lo que tiene el teatro, siempre me hace reflexionar. Pero hubo una que me encantó.


En medio de una plaza de Barcelona, donde la vida seguía su curso se representó la obra de teatro. Esa vida era en sí misma la obra. Nosotras, como siempre, las espectadoras.


Los organizadores del evento estaban tan bien coordinados con cada una de las acciones que allí nacían de manera espontánea que fueron capaces de contarnos una historia, donde los protagonistas eran los niños y niñas del barrio; los adolescentes que salieron a dar una vuelta con sus amigos; los abuelos y abuelas que fueron a hacer la compra a algún supermercado cercano; el grupo de chicos y chicas que tomaban una cerveza ausentes a todo lo que sucedía a su alrededor, e incluso los barrenderos que limpiaban la plaza.


Cada acción que hacemos, cada idea que lanzamos, cada conversación que tenemos, forman parte de una obra de teatro. De nuestra propia obra. Cada una de nosotras tenemos la capacidad de escribir lo que queremos vivir en nuestra obra, lo que queremos sentir y lo que queremos compartir.


Nuestra vida puede ser tan fascinante como una obra de teatro, tan dolorosa, tan cómica, tan intensa y profunda, tan novedosa. Tal y como queramos escribirla, rodeándonos de los actores y actrices que queremos en nuestro elenco. Del escenario donde queramos escenificarla. De las luces y sombras que queramos incluir. De la música. De las pausas. De marcar los diferentes actos.


Y así, al finalizar el último acto tendrás tres grandes ovaciones de la gente que te vio crecer, que admiró tu recorrido, y que siguió tus pasos. Vieron que en cada uno de esos guiones que escribías la pasión por vivir una vida real estaba presente.



Creado con Canva


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