Ya es oficial, en Barcelona (GMT+1) ya estamos en eso que llaman la “nueva normalidad”. No más estado de alarma hasta próximo aviso. El Gobierno Central ha delegado la responsabilidad a los correspondientes gobiernos de las Comunidades Autónomas, los que a su vez delegan la responsabilidad al sector privado y a la ciudadanía en general.
Las dos medidas más importantes que resalta el Govern de Cataluña es mantener la distancia de seguridad con personas con las que no convives y el uso obligatorio de mascarilla siempre y cuando no se pueda asegurar esa distancia social. En base a esto se establecerán normas generales desde el Govern, normativas internas en las empresas privadas y se apelará a la responsabilidad de la ciudadanía.
Distancia de seguridad con personas con las que no convives. Sí, es una medida de seguridad que evita que se propague el virus, y por tanto, se debería cumplir.
Pero dentro de esas personas con las que no convives, no solo están tus vecinos, vecinas y desconocidos. También están tu padre, tu madre, tu hermano, tu hermana, tus amigos y amigas, tu amante y una gran cantidad de personas que forman parte de tu red de afecto y con las que resulta más difícil mantener la distancia de seguridad. Porque quizá, no quieras mantenerla.
Desde que permitieron las reuniones sociales con un máximo de 10 personas comenzaron las preguntas “¿Tú abrazas y besas?; ¿te puedo abrazar?; ¿cómo nos saludamos?. Y otras veces, no preguntas “fuck coronavirus, te voy a abrazar"; "si voy a tu casa voy a abrazar a las niñas"; "toma al bebé que tengo que...".
Debo reconocer que la primera vez que abracé a alguien fuera de mis dos convivientes, lloré. Miré a uno de ellos, le pedí permiso con la mirada (él estaba en contacto con sus padres) y me fundí en un abrazo con nuestro amigo. Fue un abrazo de los estrujadores, de los que te recargan de energía, te dejan sin aliento y duran segundos. También debo reconocer que ha sido de los pocos abrazos que he dado en desescalada, porque el sentido de responsabilidad está ahí.
En la nueva realidad abrazar se ha convertido en una negociación más. En un sentimiento de culpa y en una necesidad vital.
Los abrazos liberan oxitocina, la hormona del amor y la felicidad. Y es que no son pocos los beneficios de abrazar: los abrazos reducen el miedo a la muerte, en tiempos de pandemia es cuanto menos, tranquilizador; los abrazos pueden reducir los antojos de alimentos, no hay mejor operación bikini; los abrazos aumentan la vinculación y fortalecen las relaciones, estamos más presentes; los abrazos mejoran la autoestima; los abrazos hacen que los músculos se relajen; los abrazos aumentan la empatía y la comprensión, nos humanizamos; los abrazos aumentan la felicidad; los abrazos mejoran nuestra vida sexual y de pareja; los abrazos pueden ayudar a tratar el insomnio y la ansiedad.
Aprovechando que ya han abierto fronteras dentro del país iré a visitar a mis padres en los próximos días, así que hasta entonces procuraré tener menos contacto con el exterior, limitar los abrazos a mis convivientes y mantener el doble de distancia de seguridad.
Hoy preguntaba a mis padres si nos abrazaríamos cuando nos viésemos, no me dio tiempo a terminar la pregunta. Supongo que después de siete meses sin vernos y con una pandemia de por medio será difícil mantener la distancia de seguridad entre nosotros.
Ya solo nos queda elegir entre evitar el contagio o vivir. Porque los abrazos, los besos y las caricias dan mucha vida.
Foto: Canva
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