En general, somos una sociedad que no mira de frente a la muerte. No hablamos de ella. La evitamos en las conversaciones. Y, supongo que debido a nuestra herencia católica, todo lo relacionado a ella es oscuro y muy doloroso. En definitiva, tenemos una ausencia total de gestión de una situación que sabemos que tarde o temprano llegará.
Sin embargo, 2020 está siendo un año que nos está poniendo a prueba.
Hace unos meses, durante las fases de desescalada, recibimos la noticia de la muerte de una persona muy cercana a la familia de Óscar. Ese mismo día, recibimos la noticia del fallecimiento de dos personas más muy queridas. Fue un día triste y gris que sólo deseábamos que acabase.
Meses después, y sin desescalada de por medio, esa sensación de tristeza se convirtió en un homenaje de agradecimiento a este gran amigo de la familia. Un homenaje alegre y bonito con el fin de que su memoria quede en el pueblo en el que nació, de por vida.
Yo tan solo coincidí dos veces con él. Una de ellas fue mientras hacía un tour en “La casa de los libros”. Una casa-museo que él mismo puso en marcha con el fin de que las generaciones futuras conozcan cómo vivían nuestros antepasados. Muebles viejos, fotografías antiguas de la gente del pueblo, una gran cantidad de ediciones de El Quijote, y mucha historia se respira en ese sueño en formato casa que llevó a cabo hace unos años.
“La casa de los libros” no fue su única iniciativa para los vecinos y vecinas del pueblo. De ahí que fuese tan querido.
Durante 15 años organizó excursiones para los niños y niñas del pueblo, quienes ilusionados, iban a cazar gamusinos (quien no haya cazado gamusinos en su vida no ha tenido infancia) y a acampar bajo las estrellas. La única premisa era que cada uno tenía que llevar un cencerro y un rollo de papel higiénico (tiempos pre covid). De todo lo demás se encargaba él.
Precisamente, han sido estos niños y niñas, que ya no lo son tanto, quienes han querido mostrarle su agradecimiento con este homenaje. Así, el domingo, todo el pueblo se congregó en la que fue su casa, para partir, con su respectivo cencerro, al punto donde acamparon una noche de verano durante 15 veranos.
Allí ahora hay una placa con una cita de El Quijote y un agradecimiento de esos niños y niñas a los que hizo los veranos más felices. Esperando a que alguien le tome el relevo y que las generaciones futuras puedan vivir lo que ellos alguna vez vivieron.
Hubo algún momento de llanto, pero por lo general fue un ambiente festivo, con risas y recordando aquellos días y al homenajeado.
Ojalá cada uno de nosotros hagamos lo posible por dejar la huella que dejó esta gran persona. Eso querrá decir que lo hicimos bien.
Ojalá aprendamos a enfrentar la muerte, y lo hagamos desde el recuerdo bonito que dejaron las personas que formaron parte de nuestra vida.
La foto es mía.
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