Anoche discutí con un amigo (o dos) sobre si el porno es machista o no. La conversación me transportó a una discusión sobre el mismo tema que tuve hace dos años con otros dos amigos en Lima, entre vinos y pizzas barranquinas. Distinto sitio, distinto contexto, distinto grupo de amigos, misma conversación. Aunque en aquella ocasión, en 2018, la conversación fue un poco más incómoda, justo había salido la sentencia de La Manada y todo este tema estaba un poco más sensible.
Dos años después sigo pensando lo mismo. Una gran parte de la industria pornográfica cosifica a la mujer y se centra exclusivamente en el placer del hombre. No usaré el concepto “machista” para no herir sensibilidades.
Antes de desarrollar esta idea me gustaría aclarar que respeto todos los gustos, fantasías y fetiches sexuales, siempre y cuando exista consenso y respeto por todas las partes involucradas.
En su libro “Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales” los Doctores Ballester, Orte y Pozo afirman un cambio de relaciones interpersonales desde que tenemos mayor acceso a internet a través de los nuevos dispositivos móviles. Desde hace 12 años hemos cambiado nuestra forma de comunicarnos y de relacionarnos. Y esto se refleja también en un cambio en nuestras relaciones sexo-afectivas.
Este acceso ilimitado a la red y al contenido existente supone que tengamos también una mayor accesibilidad al consumo del porno. Una “nueva pornografía”, que según los autores del libro, tiene una mayor calidad audiovisual, es más asequible porque suele ser gratuita, actores y actrices “de carne y hueso”, es decir, se muestran otro tipo de cuerpos, pero los roles y estereotipos en el sexo se siguen manteniendo. Y en ocasiones, las prácticas sexuales que se muestran son cada vez más violentas (no incluyo aquí el BDSM al considerarlo un juego de roles y consensuado por todas las partes), llegando en ocasiones a mostrar violaciones en grupo, cosificando y sometiendo a la mujer.
La ausencia de una buena educación sexual junto con una mayor accesibilidad al porno, hace que este último sea referencia de las relaciones sexo-afectivas reales y actuales, especialmente entre los jóvenes. Lo que explicaría el aumento de los casos de violaciones en grupo que se han dado en los últimos años.
De esto mismo se dio cuenta el Salón Erótico de Barcelona, hace relativamente poco, en 2018. Uno de los eventos más importantes sobre pornografía y erotismo a nivel mundial hacía una autocrítica en el lanzamiento de su 26º edición. En su campaña analizaron el porno mainstream producido a lo largo de la historia, autocalificándose como machistas. A partir de ese momento el Salón Erótico de Barcelona cambió su imagen y se centró en la búsqueda y difusión de un porno más ético, inclusivo y respetuoso.
Por su parte, Pornhub, sitio web de referencia de pornografía, lanza cada año un estudio sobre el consumo de porno en su web. En su estudio de 2019, España está dentro de los 20 países que más porno consume. Un 68% de los usuarios españoles son hombres y un 32% son mujeres. Pornhub analiza el tipo de porno que se consume por género a nivel mundial. Así, lo que más consumen los hombres es el llamado porno japanese, mientras que las mujeres consumen porno lésbico. ¿Será que las mujeres heterosexuales no se sienten identificadas con el porno “heterosexual” y buscan algo más erótico y sensual?
Fuente: Pornhub
Lo bueno es que, gracias a este tipo de reflexiones, está surgiendo un nuevo cine porno que acoge también el placer femenino. ¿Cómo?: teniendo en cuenta el punto de vista de las mujeres. Desde la producción, la edición y la difusión. Un ejemplo de ello es el espacio Lust Cinema de la directora Erika Lust, quien busca la creación y difusión de un porno más ético, responsable y cuidado a través de un equipo de trabajo conformado principalmente por mujeres.
Y así poco a poco, un ámbito más pasa a tener en cuenta a las mujeres. Visibilizando también su placer, un tema que ha sido tabú por mucho tiempo.
Foto: www.facultadlibre.org
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