Hace unos días estuve con una de mis mejores amigas. Hace mucho que no vivimos en la misma ciudad, ni en el mismo país, pero siempre encontramos unos días al año para encontrarnos en #algúnpuntomedio del Planeta.
En esos encuentros hablamos mucho y de muchas cosas. Desde cosas banales hasta temas más profundos y trascendentales. Muchas veces nos gustaría cambiar el mundo y otras, que el mundo nos cambiase a nosotras.
En este #puntomedio las conversaciones han sido intensas, culpamos al Covid de ello. Y el tema por excelencia han sido las relaciones. No solo amorosas, también de amistad, familiares e incluso con personas con las que se tiene menos “roce”, como los compañeros de trabajo.
Ella me contaba la falta de amor, cariño y cuidados de la sociedad en la que vive actualmente. De la ausencia de afecto. De la ausencia de demostrarlo. De la falta de comunidad. Y del individualismo.
Según el psicólogo Luis Muiño, la cultura tiene que ver cómo y cuándo manifestamos los sentimientos, define los hábitos y las costumbres, la comunicación no verbal, la forma en la que nos reímos y de qué nos reímos.
Y yo siempre he dicho que no hay cultura ni buena ni mala (siempre y cuando no limite los Derechos Humanos). La cultura son aspectos aprendidos y que casualmente te toca vivirlos y aprenderlos en las sociedades en las que naces y te desarrollas como individuo.
Si tienes la oportunidad de vivir fuera de esa primera cultura aprendida, esa experiencia te permite por un lado, entender que hay otras formas posibles de relacionarse (no siempre es mejor lo que conoces) y por otra, valorar lo hasta ahora aprendido (si encaja contigo).
En este sentido, mi amiga y yo hablábamos de las relaciones personales desde lo aprendido en nuestra cultura. Donde la familia, los amigos, la vida social, el cariño y el sentimiento de comunidad siguen formando parte de nuestro desarrollo como personas dentro de una sociedad.
Y al mismo tiempo, y una vez más desde lo aprendido, analizamos las consecuencias de aquellas sociedades donde los puntos anteriormente citados no son tan importantes: alta tasa de suicidios, familias desestructuradas, soledad, asesinatos masivos, abuso de sustancias, como las drogas o los antidepresivos, y un gran sentimiento de frustración.
Paradójicamente, y a pesar de vivir la vida “Mediterráneamente”, nuestra sociedad tiende a ese individualismo. Quizá por el impacto de un mundo globalizado. Quizá porque, como dice Bauman, vivimos en una Sociedad Líquida, en la que, debido al consumismo, hacemos un símil entre las relaciones personales y el consumo de productos. Cuando algo no funciona lo cambiamos y listo. Cuando una relación no funciona la cambiamos y listo.
El amor, el cariño, los cuidados, el compartir tiempo y espacios y las muestras de afecto deberían marcar las bases de cualquier cultura y sociedad.
Foto: Facebook de Mais amor por favor.
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