Existe un “virus silencioso” que está enraizado en muchos países, y no es precisamente el Covid-19. Se trata de la violencia de género -que decanta, muchas veces, en feminicidios.
Primero es bueno que definamos qué es violencia de género. Según la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer (ONU: 1993), es toda conducta que atenta contra la dignidad e integridad física y moral de las mujeres por el hecho de serlo. Comprende cualquier acto de violencia basada en género y que tenga como consecuencia el sufrimiento en la salud física, sexual o psicológica de la mujer.
Kayamba Tshitshi Ndouba, Doctor en Derecho Constitucional, dentro del Análisis y detección de la violencia de género y los procesos de atención a mujeres en situación de violencia, hace énfasis en que toda violencia se desarrolla en una situación en la que existe una relación sumisión-dominación, donde el fuerte intenta someter a alguien más débil a la fuerza. En el caso de la violencia contra a la mujer, la desigualdad que tenemos frente a los hombres, a nivel de construcción social, origina el problema.
No es una cuestión privada con consecuencias únicamente para las mujeres, son también los hijos y sus familias los que se ven afectados. Es decir, afecta a toda la sociedad.
El actual estado de emergencia, obligatoriamente, ha encerrado víctimas al lado de sus agresores. Para las mujeres que sufren este tipo de violencia, el hogar ha dejado de ser un refugio seguro, para convertirse en un espacio temido. El riesgo de maltrato y hasta de muerte ha crecido en este confinamiento por el aumento de tensiones en el hogar -y NO es un excusa para ningún acto de violencia. Aquí unas horrendas cifras para contextualizar lo que viene sucediendo:
Argentina, 18 mujeres asesinadas en manos de sus parejas o exparejas en los primeros 20 días de cuarentena. (elpais.com.uy)
En el Perú, 12 feminicidios y 226 violaciones -132 a menores de edad- en la cuarentena, 17 asesinatos en Honduras y 5 en Bolivia. (Agencia EFE)
En Uruguay, 4 feminicidios en 10 días. (elobservador.uy)
En Reino Unido se duplicaron los asesinatos a mujeres, es decir, 14 mujeres. (Dead Women Projet en Infobae.com)
En pandemia o no, muchas acciones del gobierno y de asociaciones civiles buscan acompañar a estas mujeres para que no sientan solas y, además, incentivan la denuncia. Siempre me pregunto si realmente son efectivas o no.
En España se lanzó, en este confinamiento, una campaña. Sabiendo que puede ser difícil pedir ayuda por teléfono con el agresor tan cerca, las mujeres podían ir a la farmacia y pedir una “Mascarilla 19”. Bajo ese código, el personal de la farmacia llamaría al 112 y se pondría en marcha el protocolo por violencia de género.
Por su parte, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones vulnerables en Perú, fomentó la viralización de un video sin sonido donde algunas mujeres líderes de opinión a través de unos carteles escritos por sus propias manos, invitaban a las mujeres violentadas a pedir ayuda llamando al 100.
Espero que ambas campañas hayan tenido buenos resultados. Aplaudo su existencia para que las víctimas no se sientan solas. Sin embargo, considero que la efectividad de este tipo de comunicación debería enfocarse en el entendimiento de las razones por las cuales una mujer no denuncia a su agresor en primer lugar y así construir un mejor mensaje. Según la Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad en España, casi la mitad de las víctimas de la violencia de género - 45%- no denuncian a sus agresores porque no identifican el maltrato. El 27% por miedo. Un 20% por vergüenza; un 7% por “no perjudicar al agresor” y un 1% por sentirse culpables por la violencia recibida.
Según Tshitshi Ndouba, el maltrato empieza de forma sutil en la relación, tomando en consideración circunstancias que no se consideran violentas y por eso, pasan desapercibidas, por ejemplo: invasión a la intimidad, que el hombre decida por ti y actos de control - que se entienden como demostraciones de amor -normalizadas por la sociedad. De esta manera, la violencia va creciendo y se convierte en reales maltratos físicos y psicológicos. La mujer empieza a perder autoestima y se siente degradada, acepta el machismo de su pareja y genera dependencia hacia él, tiene miedo, siente estrés, ansiedad, depresión, trastornos de sueño y alimenticios, irritabilidad, empieza a aislarse, a bloquearse, a culparse, a sentir vergüenza y temor. Entonces, no es tan fácil salir de ese círculo y mucho menos denunciar al agresor.
Los mensajes de este tipo de campañas deben tomar esto en consideración para empatizar más con esta mujer agredida; que ella misma se sienta identificada y que reconozca, SOBRE TODO, que está siendo violentada y así pueda denunciar - 1 de cada 3 de nosotras ha sufrido violencia física o sexual y quizás no nos damos cuenta. Con esta acusación, debe ser separada de su agresor y recibir ayuda psicológica. Según la Organización de Naciones Unidas, una de las principales estrategias de control frente a los agresores, es aislar a la víctima.
Finalmente, más allá de una campaña, es fundamental que se trabaje una educación en igualdad que busca empoderar a las mujeres desde que son pequeñas para que sepan que no está bien la famosa “supremacía del hombre”. Además, esta educación reconoce la igualdad de género en donde se garantiza que todos tengan acceso a los mismos niveles de enseñanza para adquirir las mismas competencias.
¿Te identificas?
Ilustración: Marcelo Plaza
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