Cuando nace un bebé siempre se cuela la pregunta relacionada a quién se parece. Y sí, es verdad que heredamos aspectos físicos y psicológicos de nuestros padres. Mi pregunta es ¿qué tanto heredamos de ellos? Existen, por un lado, los genes que nos comparten nuestros progenitores y, por otro, factores externos que hacen que nosotros seamos nosotros.
Tenemos la predisposición a ciertas enfermedades que son transmitidas genéticamente. Enrique Gadow, genetista y miembro de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, menciona que existen casos en que las mutaciones de algún gen se transmiten a los hijos. Ejemplos: algún tipo de cáncer, miopía, predisposición a sufrir infartos precoces y hay más.
El color de ojos, piel, pelo, altura y peso, por ejemplo, son rasgos físicos que se transmiten de padres a hijos - lo dice la genetista Noelia Cabral.
La inteligencia, según algunas teorías, está ligada al cromosoma X que lo aporta la madre.
¿Qué hay de la personalidad? Algunas investigaciones demuestran que tanto la genética como el entorno social repercuten en el desarrollo de esta. Sin duda, hay ciertas predisposiciones o habilidades según la genética que en un entorno social pueden ser estimuladas. Los factores externos, entonces, son gatilladores de lo que tenemos biológicamente incorporado.
Luego, están los hábitos y los gustos interiorizados con el pasar del tiempo gracias - o no gracias- a nuestros padres.
Cuando uno es pequeño, suele -para no decir debe- regirse bajo las reglas de casa. Nuestros padres nos moldean a su imagen y semejanza e instauran en nuestro chip mental hábitos, gustos y una red de valores que conservamos hasta el día de hoy.
Estoy segura que muchos de nosotros, cuando éramos niños, hemos ordenado nuestro cuarto a regañadientes y no nos importaba tener ropa acumulada en una silla. No entendíamos por qué nos obligaban a lavarnos los dientes después de comer o a bañarnos todos los días.
Mi madre sacrosanta, instauró en mi hermana y en mí el “hobby” de limpiar la casa. Desde que tenemos uso de razón, agarramos escobas, trapos, echamos cera, sacamos polvo, lustramos y ordenamos.
Muchas veces estaba cansada y no quería practicar este hobby. De hecho, me repetí varias veces que cuando viviera sola, sería más relajada con la limpieza.
Varios años más tarde, viviendo sola y siendo dueña de mi espacio, descubrí que soy el vivo retrato de mi progenitora. Limpiar me puede generar tanta satisfacción y estoy agradecida por muchos de estos hábitos que generaron en mí mis papás.
Esto me hace pensar en cuán importante es lo que pueden generar en nosotros nuestros padres. Quizás no lo veamos cuando somos niños pero, lo tenemos claro cuando crecemos.
Pongo el ejemplo del orden y la limpieza como el más anecdótico. Sin embargo, rescato mi red de valores, en mayor parte, por el trabajo de ellos dos. El respeto al otro y la empatía son rasgos que definen mi vida.
Tengo los ojos caídos y la boca de mi papá. Además, creo tener un poco de su serenidad, su paciencia , sus ganas de viajar y experimentar en la cocina.
De mi mamá tengo la piel y el pelo abundante. Mi gusto por el flamenco, el orden, la buena ortografía y la facilidad para solucionar un problema; se lo debo a ella.
De ambos aprendí a vivir en un entorno de amor y a ser agradecida; así que gracias.
PD. Recientes y futuros padres, sean responsables en la crianza de sus hijos para que sean seres funcionales, respetuosos y buenas personas.
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